Todo lo que sabemos que no sabemos sobre el futuro de la tecnología en la educación
Dos días en un foro sobre tecnología y educación dan para mucho. Quizás no para asistir a novedades de impacto – los tempos en el sector educativo no son los de la electrónica de consumo – pero sí para refrescar ideas y volver a debates críticos para nuestro futuro.
Del Global Education Forum no sólo nos trajimos dos entrevistas interesantes – a Jan Muehlfeit, presidente de Microsoft Europa y a Anthony Salcito que publicamos en Xataka Ciencia – sino también un montón de puntos de debate sobre los que se está perfilando el futuro de la educación.
El dispositivo es lo de menos
Cada vez que uno lee la típica declaración del político de turno sobre “cuántos ordenadores por alumno vamos a tener“ concluye que o no se ha enterado de cuáles son las necesidades y prioridades en educación o, si lo ha hecho, le interesa mandar un mensaje populista a la opinión pública.
“No podemos lanzar dispositivos en paracaídas a los colegios y esperar que se integren y mejoren la educación mágicamente”, decía en el foro Anthony Salcito en su presentación. En esto hubo coincidencia plena entre profesores y tecnólogos: sin un plan que establezca el cómo y el para qué, que integre al profesor, su formación y su valoración, el meter más pizarras electrónicas apenas queda como un símbolo de “estatus”.
Los actores más importantes en la educación son dos: el profesor y el alumno
Esto, que lo podría haber escrito el señor Obvio, es importante recordarlo cuando se habla de tecnología y educación. Y es que a veces, aunque no es explicite, parece que lo que va a mejorar la educación es el dispositivo, el proceso, el vídeo, los blogs, internet, el wifi o los videojuegos.
Y no, cualquier mejora de la educación parte de tener grandes y motivados profesores y de conseguir estar centrada en el alumno. A partir de ahí se pueden discutir sobre cómo la tecnología puede ser una oportunidad de innovación y mejora o, incluso, como un requisito imprescindible para una generación cuyo idioma es la tecnología… pero el foco debe estar en estos dos actores, profesor y alumno.
¿Cuál es el rol que debe tener el profesor en una escuela del siglo XXI?
Desde hace muchos años se mantiene por parte de bastantes actores el discurso de que el profesor cada vez debe tener un papel más de “mentor”, algo que en su traducción práctica no está muy claro cómo se traduce, pero en lo que más o menos se barrunta que los tiempos de horas y horas dando apuntes o explicando lo que dice el libro de texto están en el disparadero.
En eventos como el que asistimos, menos centrados en la universidad y más en etapas más tempranas de la educación, el debate de los Moocs aparece poco o nada. Más que de modelos que pretenden sustituir a muchos profesores por unos pocos que concentren clases masivas online, se busca la figura de un profesor que a la vez sea innovador y que tutele el aprendizaje más que de dirigirlo al detalle.
Esto sigue siendo cosa de unos cuantos profesores innovadores. ¿cómo escalarlo?
Cada vez que nos aceramos a congresos de educación y tecnología aparece un rol: el del profesor o profesora que arranca un proyecto contra viento y marea, a menudo a pesar de la incomprensión de compañeros, y que acaba conectando y motivando a unos alumnos seducidos por el cambio respecto a fórmulas tradicionales.
Es un chute de optimismo cruzarse con estos entusiastas, estos días sobre todo conocimos dos proyectos que han ido más allá del “abro un blog para comunicarme con alumnos y familias”.
Uno es el caso de Juan José Ramírez del Sek Alborán de Almería, que ha buscado en la tecnología el aliado para intentar llevar las matemáticas a los alumnos de secundaria a partir de la realidad de los alumnos. Vídeo, blog, uso de internet para ampliar e investigar los aspectos del entorno…
Otro es el caso de Àngels Soriano del Martín Sorolla de Valencia, que ha apostado por el uso de una herramienta de colaboración – OneNote – para la enseñanza del ensayo y de la lengua valenciá. Se crea un libro colaborativo en Onenote – sobre esto añaden mecanismos de revisiones cruzadas – y luego comparten lo creado a través de su twitter.
Como ellos hay muchos ejemplos a lo largo y ancho del mundo y su ejemplo de intentar mejorar, de acercarse a los alumnos desde sus áreas de interés, es encomiable. De hecho uno de los hallazgos de este tipo de proyectos es que el lenguaje de los niños de esta generación es, en parte, el de la tecnología. Y que la incorporación de esta, per sé, ya supone un chute de motivación en la clase. El desafío está en como escalar este tipo de prácticas al resto del sistema educativo.
Porque una cosa es un proyecto individual y otra el desafío de transformar un sistema educativo con procesos, formación, tecnología e incentivos para su adopción. Hay barreras de entrada de todo tipo, desde las presupuestaria hasta la lejanía de parte del profesorado, ya sea por falta de formación como de resistencia al cambio.
¿Jubilamos al libro de texto o lo mantenemos en digital?
Aquí tengo que hacer una separación entre el criterio de uno – el libro de texto hay que transformarlo radicalmente, nace de unas restricciones que ya no existen y a veces desembocar en un modelo de negocio perverso – y lo que la comunidad educativa realmente cree.
Y lo que uno va conociendo es, en cierta medida esperanzador, no estamos sólo en una “digitalización” del libro de texto que perviviese el antiguo modelo pero con menos papel, sino que estamos viendo síntomas de una verdadera transformación.
Colaboración entre profesores, plataformas de contenidos nuevas con modelos de negocio mucho más beneficiosos para colegios y alumnos… cuando hasta el “>propio ministerio anuncia una plataforma de contenidos Creative commons para la educación es que las cosas, definitivamente, están cambiando.
¿Significa esto que la industria del libro de texto se enfrenta a una crisis como la de la industria de la música en la era Napster? Diría a la vez que sí, puesto que comparten síntomas (disrupción de internet, lectura errónea de que se trata de pervivir el anterior modelo con una mera “digitalización” del contenido), pero también que tengo mis dudas en tanto en cuanto la educación es un sector mucho más consr, tempos mucho más lentos que el de consumo y, sobre todo, mucha inercia y relaciones creadas.
¿Es posible darle la vuelta a la clase? ¿Y personalizar la educación?
Uno de los modelos que más se comenta en los círculos de “innovadores” educativos es el de Khan academy y su idea de darle la vuelta a la clase. Las lecciones se distribuyen en vídeo para que el alumno las vea en casa, mientras que la clase se dedica no a dictarlas sino a que el profesor trabaje con ellos.
Sobre esta idea se superpone otra que es la de tener datos sobre el progreso de cada alumno. Al digitalizar y almacenar la información de sus tareas, el profesor tiene información de quién está atascado en una de ellas, quién va por delante… y puede enfocar las horas de clase en función de estos datos.
Idealmente esto abre la puerta a una educación más personalizada, en la que se trabaja con una visión más clara de las fortalezas y debilidades de cada alumno de forma diaria.
Datos y privacidad
Pero el tema de la digitalización y almacenamiento de datos también trae otro tema al debate, esta vez no tan positivo. Es el tema de la privacidad, quién guarda esa información, cómo va a utilizarla y qué derechos tienen padres y alumnos sobre ella.
El debate no es baladí en tanto en cuanto los Microsoft, Apple, Samsung y Google de turno son los que se postulan como facilitadores tecnológicos de la educación. Sin ir más lejos Google se enfrenta actualmente una seria demanda en Estados Unidos: usar la información de la plataforma educativa para los perfiles publicitarios.
Sobre dispositivos y tecnología hay que hablar. Y sobre padres y profesores.
Aún dejando claro que la obsesión por “tener dispositivos” parte de un diagnóstico desenfocado de lo que necesita la educación, al final hay que tomar decisiones. En el evento Microsoft, claro, defendió sus propuestas (Office, Onedrive, Skype, Surface, Windows), pero si algo se debería tener claro es que la apuesta debería evitar quedar atrapada en un proveedor.
Cuánto más estándar, más abierta y menos dependiente de un fabricante o desarrollador de plataforma, más libertad tendrá el centro educativo a la hora de cambiar de proveedor, evolucionar y encontrar la solución óptima en cada momento. Y todo esto suele desembocar en un denominador común: la web.
Si luego la plataforma además tiene aplicaciones para diversas plataformas en las que se mejore la experiencia de usuario, mejor que mejor. Con este enfoque cada centro es libre de apostar por un enfoque: portátil tradicional, Chromebooks, tablets iPad o Android, modelos mixtos con Windows 8…
En todo caso hay dos figuras fundamentales para la implantación con éxito de dispositivos. Los padres – que aprueben y acompañen en la adopción por parte del alumno – y, por supuesto, el profesorado que tiene que tener la formación para sentirse seguro para liderar y, además, el convencimiento que el uso de éstos mejora el aprendizaje.
Nadie sabe, todavía, cuál va a ser el modelo de tecnología en la educación
Xavier Prats – director general para la educación en la Comisión Europea – afirmó en el evento que los políticos e instituciones lo que tienen que hacer es buscar los mejores profesores. Añadió que desde la Comisión Europea no pueden imponer un modelo, pero sí ayudar presupuestariamente a proyectos innovadores en la búsqueda de un modelo de tecnología en la educación que funcione.
Y es que esto último ha sido una constante, en este evento y en otros muchos, hay muchas buenas ideas, gran cantidad de pequeños proyectos que parece que tienen todo el sentido, pero estamos muy lejos de un modelo de integración de la tecnología en la educación que cumpla todas las promesas que le presumimos a esta tendencia.
Es posible que ese modelo de uso de la tecnología en la educación capaz de innovar y mejorarla, capaz de conectar y motivar a unas nuevas generaciones que hablan y viven en digital, que ponga todo el valor que presumimos a internet en la educación. No deberíamos descartar que nos encontremos en medio de un gran “hype” propiciado por empresas de tecnología y por políticos deseosos de parecer modernos; como tampoco olvidaría la posibilidad de que no haya un modelo único de educación y tecnología para todos los alumnos y todos los objetivos. De hecho esto último me suena a lo más probable.
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La noticia Todo lo que sabemos que no sabemos sobre el futuro de la tecnología en la educación fue publicada originalmente en Xataka por Antonio Ortiz.
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